Día 1:

Aquí estoy por fin en el pueblo de Mocoa tras un viaje digno de una ficción de aventuras en la que el protagonista hubiera venido a buscar su búsqueda al otro extremo del mundo. Paso de Cancún, su sol, sus playas y su ambiente de vacaciones, a un pueblecito que es la puerta de entrada a la selva amazónica, cuyo único interés son las salidas desde su pequeña estación de autobuses hacia las profundidades de la exuberante naturaleza de la región. Así que en tres días volé de Cancún a Medellín, luego de Medellín a Puerto Asís, vía Cali, en dos minúsculos aviones de unas 50 plazas, y al tercer día de Puerto Asís a Mocoa, por carretera, en un último trayecto de dos horas.

Al llegar a las 10:30 de la mañana, me recibe Carlos, el organizador del retiro, así como el taita (chamán) Gonzalo, a quien ya había conocido durante mis ceremonias anteriores, dos meses antes. Me dirijo a la casa del taita para instalarme y conocer a Carlos. Lleva unos diez años experimentando con el yagé. Recientemente, ha dedicado su vida profesional a la preparación de tratamientos con plantas, siguiendo recetas tradicionales. Se dedica a su pasión y comparte con entusiasmo su respeto y amor por la medicina tradicional.

Al final de la tarde, salimos hacia el centro de la ciudad para recoger un taxi que nos llevará a nuestro lugar de residencia durante los próximos 5 días, una finca, la de la hermana del taita, situada a unos 30 minutos de Mocoa. Antes de partir, nos reunimos con los demás participantes de este retiro. Me alegra volver a ver a Julia, la organizadora que había conocido hace dos meses en Santa Elena, y que me llamó apresuradamente hace apenas una semana, para proponerme venir y conectarme una vez más con la medecina. Me dijo unas horas después que su propuesta no era baladí, durante una reciente ceremonia de yagé, me vio en una visión y comprendió que la medecina me llamaba, por lo que ella fue, como dice, un canal, para transmitirme el mensaje. Y efectivamente, cuando escuché su propuesta la semana anterior, me embargó un entusiasmo y un honor que me ofreciera venir aquí, donde vive el chamán, en una tierra muy rica en energía y donde la tradición chamánica está fuertemente arraigada.

Julia está acompañada por un grupo de 6 colombianos que se conocen y que descubrirán la ayahuasca por primera vez. Seremos pues un pequeño grupo de 10 personas, lo que es ideal, para no tener demasiadas energías diferentes y esto nos permitirá beneficiarnos de la proximidad del grupo. Cuando llegamos a la finca, hacia las 18h, descubrimos un entorno digno de los acontecimientos que se avecinan: a unos diez minutos de una carretera secundaria, es decir, lejos de cualquier perturbación sonora, la finca está rodeada por un río, un descampado y un bosque rico en tesoros naturales: plataneros, bambú, árboles frutales y otros árboles exóticos, una docena de gallinas, 3 perros y todos los demás animales que habitan la zona, como pájaros, insectos… Un escenario perfecto para un retiro de ayahuasca. En el jardín se encuentra la maloca, un espacio cubierto donde tradicionalmente tienen lugar las ceremonias.

Dada la hora tardía de llegada, el cansancio acumulado por todos y el hecho de que todos, excepto los organizadores y yo, somos neófitos, el taita prefiere posponer la primera ceremonia prevista inicialmente para esta noche a mañana por la mañana, que será por tanto diurna, lo que me deja perplejo, pensaba que las ceremonias sólo se hacían por la noche. Mientras tanto, todo el mundo toma posesión de sus habitaciones. Tengo la suerte de disponer de una habitación para mí solo, ciertamente rústica, sin puerta, pero con acceso directo al entorno natural. Tumbado, puedo así contemplar la exuberante naturaleza de la finca. Inmersión total.

La hija del taita también estará presente la mayor parte del tiempo, encargándose de agasajarnos con pequeños platos a base de pollo, pescado y verduras. Es así, mientras cenamos, como voy conociendo al grupo, hablando de la experiencia que se avecina, pero también de mis experiencias anteriores. No parecen demasiado aprensivos ante la ceremonia que se avecina y el ambiente es relajado.

Después de la cena, Julia me invita con Carlos a tomar rapé, una mezcla de tabaco y hierbas que se sopla por la nariz con una respiración ligera para favorecer la concentración y la conexión, trabajando en la apertura de la glándula pineal. A las 10 de la noche, me voy a la cama para estar preparado para despertarme a las 6 de la mañana del día siguiente.

Día 2:

Es difícil imaginar cómo será la ceremonia de hoy. Las dos únicas ceremonias a las que he asistido han sido nocturnas, en un ambiente especialmente místico, a la luz de las velas, el fuego exterior y la luna. A las 7 de la mañana, el sol está bien alto, aunque todavía discreto, y oculto por las nubes, parte integrante del clima de la región. Así que, con el estómago vacío, nos dirigimos a la maloca, donde nos espera el taita. La maloca está sumariamente organizada: en una esquina se enciende el fuego, indispensable para una ceremonia de yagé, en el centro hay unos colchones para que podamos tumbarnos cuando estemos físicamente débiles, y al otro lado hay una gran mesa en la que se disponen los accesorios del chamán: aerosol compuesto por mezclas de plantas, aguardiente, ramilletes de plantas utilizadas para la limpieza, el pequeño vaso en el que se servirá el yagé, y la gran botella de 2 litros llena al máximo, que inicialmente contenía soda, pero que aquí se sustituye por la famosa mezcla entre la liana ayahuasca y la chacruna. Como las dosis servidas son minúsculas, esta botella basta para unas decenas de ceremonias.

A diferencia de mis dos ceremonias anteriores, no disponemos cada uno de un colchón, sino de una silla rudimentaria, lo que me deja escéptico en cuanto a tener que permanecer sentado durante varias horas, incluso después de que la medicina sagrada haya hecho efecto. Me temo que en algún momento tendremos que apretujarnos para que quepamos todos en los 3 colchones del suelo. Esta vez, sin cubo para vomitar, la naturaleza acogerá de buen grado nuestra próxima purga. La única dificultad es que los lavabos están en la finca, a unas decenas de metros, por un camino ligeramente resbaladizo, lo que podría ser complicado cuando el yagé se haya apoderado de nuestros cuerpos, poniéndonos físicamente febriles.

A las 8 de la mañana, el momento se vuelve solemne, el chamán descorcha la botella, pronuncia conjuros durante unas decenas de segundos y acaba soplando sobre la botella, antes de llenar el pequeño vaso de madera y pedir a cada uno que se acerque por turno. Una vez tengo el vaso en la mano, con respeto y fe, cierro los ojos, me concentro en mi intención y me llevo el vaso a los labios para verter de un trago el líquido amargo y acre. Su particular sabor no me es desconocido, ya que lo experimenté hace dos meses. Tengo la sensación de que es imposible de olvidar. Un sabor muy fuerte. Tragarlo sin poner mala cara es todo un reto. Por lo general, un enjuague de agua justo después ayuda a que pase por el esófago.

Una vez que estos pocos centilitros están en el cuerpo, encontramos nuestras sillas y dejamos que las cosas sucedan, en completa calma, como en una concentración colectiva, sólo los sonidos de la naturaleza que nos rodea animan el momento. Como he preferido vivir el momento de forma desconectada, no tengo reloj y es difícil decir cuánto tiempo pasa antes de que nuestros estómagos empiecen a temblar. Una sensación desagradable se apodera poco a poco de nosotros. Los primeros efectos se concretan para algunos, y la purga comienza poco a poco. Es en este momento cuando comienza la música, que nos acompaña en este momento de intensa conexión entre el yagé y nuestro cuerpo, como un encuentro violento, un choque entre un poderoso limpiador natural que viene a enfrentarse a nuestros excesos acumulados, ya sean de naturaleza alimentaria o química. Las náuseas se hacen más fuertes, volviéndose incontrolables para todos. Hay pocas sensaciones tan desagradables como la de vomitar, y es aún más sorprendente cuando se está en ayunas, por lo que uno se pregunta qué puede regurgitar. Entonces Carlos y el chamán empiezan a tocar la armónica, un ritmo hechizante y tranquilizador que da un carácter místico a este momento, donde se mezclan el sufrimiento físico y la dulzura sonora. Se dice que la ayahuasca permite una muerte espiritual antes del renacimiento, y esta alternancia sonora entre el mal y el bien parece ser la analogía perfecta de esta muerte seguida del renacimiento.

Una vez purgados, nuestros cuerpos se ven sacudidos por un efecto físico muy desagradable. Las náuseas están siempre presentes, con el riesgo de volver a purgarnos en cualquier momento, pero también un malestar general, difícil de explicar, una debilidad física increíble, como si la medecina acudiera a cada rincón de nuestro cuerpo para purificarlo, haciendo que nuestros movimientos sean casi imposibles, cada gesto requiere esfuerzos que parecen sobrehumanos. Estar de pie y caminar es todo un reto. Con las náuseas al borde de los labios y el cuerpo debilitado, cada vez resulta más difícil permanecer sentado en la silla, por no hablar de mantenerse erguido. Por mi parte, me dirijo a los colchones para tumbarme y encontrar un espacio pequeño pero suficiente en el que acurrucarme y esperar a que pase el efecto secundario. En este momento me pregunto qué hago aquí, habiendo vivido ya este difícil momento hace dos meses, y pensando que quedan dos ceremonias más en los próximos días. Empiezo a pensar que tal vez no participe en las próximas porque este momento es muy difícil y desagradable. Colocada de lado, apenas mantengo los ojos abiertos pero al mismo tiempo no puedo dejar que se cierren y dormir, mi cuerpo necesita moverse, para intentar encontrar una posición lo menos incómoda posible, muevo las piernas, me doy la vuelta, me acurruco más, esperando que pronto se me pase el efecto.

Evidentemente, no soy el único que experimenta este encuentro violento con el yagé, todo el mundo se encuentra en el mismo estado, algunos sufren más y se purgan muchas veces. Afortunadamente, durante este tiempo, la música nos acompaña. Del altavoz sale una música medicinal muy suave, que nos permite sentir un alivio en este momento tan duro.

Después de un tiempo difícil de calcular, tal vez 30 minutos o una hora, me siento ligeramente mejor, las náuseas han desaparecido pero sigo muy débil físicamente, con bostezos incesantes e increíblemente profundos. Intento sentarme en el colchón y finalmente llego a mi silla, donde trato de concentrarme para relajarme y meditar. Para tener una experiencia lo más completa posible de la ayahuasca, es importante no rendirse simplemente a la medecina y esperar a que haga su trabajo. Lo ideal es acompañarla de una fuerza que tienes que encontrar dentro de ti. Manténgase concentrado, intente ignorar la dificultad física, dígase que todo pasará, que la medecina lo está curando, agradezca y concéntrese en sus intenciones. Ten fe, pídele a la medecina que trabaje en lo que queremos que trabaje, aunque al final sea ella la que decida.

Seguramente es muy difícil concebir cómo funciona la medecina, y más aún para alguien que nunca la ha experimentado, pero ella sabe exactamente qué hacer con nuestro cuerpo y nuestra mente. Por eso cada uno tiene su propia experiencia y por eso de una persona a otra, esta experiencia puede ser completamente diferente. Para algunos puede curar viejos traumas, para otros puede trabajar sobre la mente o el corazón, en todos los casos su trabajo se centra en las energías negativas con el objetivo de expulsarlas del cuerpo. Siendo las energías negativas variables de un individuo a otro, la forma será necesariamente diferente. La única recomendación es entregarse y confiar, cuando uno se siente mal, es que la medecina está en plena acción, hay pues que dejarla actuar, y si es posible acompañarla gracias a pensamientos positivos. Por eso puede ser interesante concentrarse y meditar. Esto también nos aporta los otros beneficios, que pueden ser visiones o la activación del DMT originalmente presente en el cuerpo. Esta sustancia natural, dormida, y que se despierta gracias al contacto con el DMT presente en la mezcla de las moléculas de las 2 plantas, ayahasca y chacruna. Este DMT que puede permitirnos un viaje dulce y psicodélico conectándonos con un mundo invisible pero real, donde los sentidos están en perfecta alerta y permiten una conexión profunda con la naturaleza. Pero esta experiencia es difícil de conseguir, sobre todo cuando se toma yagé por primera vez, ya que su objetivo principal es purgar el organismo.

Pasados los primeros efectos físicos indeseables para casi todos, pasamos a la segunda toma, la segunda entrada, para una segunda purga. Siguen las mismas dificultades, con una reacción más rápida, ya que la primera vez ha servido para hacer limpieza para las siguientes tomas. En mi caso, el efecto sigue siendo muy incómodo, con la purga sólo unos minutos más tarde. Debe de ser alrededor del mediodía, y me doy cuenta de que es bastante agradable realizar una ceremonia diurna, ya que el ojo y la mente tienen mucho en lo que ocuparse con la riqueza de la naturaleza circundante, tanto visual como auditiva. Intento disfrutar del momento y concentrarme meditando en una silla, con las palmas de las manos abiertas mirando al cielo. En un momento dado siento un insecto en la palma de la mano izquierda, abro los ojos y veo una araña de unos centímetros. Mi mente está un poco confusa, muevo la mano, la araña salta y luego desaparece. No sabría decir si fue una visión porque todo me pareció muy real. Visión o no, creo que nada ocurre por casualidad. Como seres humanos que hemos sido desinfectados durante muchas décadas e incluso siglos, la gran mayoría de nosotros hemos olvidado nuestra conexión con la naturaleza, con nuestra propia energía y la de los demás. Nuestra glándula pineal, el centro de nuestra intuición, por ejemplo, nunca ha sido tan pequeña y cerrada, mientras que hace siglos y milenios estaba en el centro de nosotros mismos y de nuestras acciones. Si está representada en casi todas las civilizaciones antiguas, incluida la más antigua, la egipcia, es porque ha sido durante mucho tiempo un factor de nuestra evolución y conexión con los demás y la naturaleza, permitiéndonos abrir el famoso tercer ojo. Los animales siguen teniendo este instinto. No hay más que ver cómo grupos de pájaros consiguen volar en perfecta sinergia sin chocar, cómo las tortugas consiguen encontrar su lugar de anidamiento décadas después, cómo las hormigas consiguen sincronizarse con sus congéneres, y muchos otros ejemplos. Así que creo, aunque pueda parecer confuso para los más cartesianos, que esta araña, si no una visión, no llegó a mi mano por casualidad. Al igual que la serpiente, es un fuerte símbolo de representación en el chamanismo. Me corresponde a mí encontrar su significado y su interpretación…

Cuando se pasan los efectos, el chamán pregunta si alguien quiere tomar un tercer trago. Me adelanto a él para tomar el tercer trago de yagé del día. Mi objetivo es superar mis límites y enfrentarme a las dificultades, buscando ser más resistente y estar más conectado con la medecina. Es una sensación muy fuerte saber que esta planta casi mágica para la mente racional que soy está dentro de mí, en profunda conexión con mi cuerpo y mi mente, y que trabajará durante días y semanas para seguir limpiándome. Se convierte en un honor y un privilegio pensar siquiera en la conexión que estoy estableciendo con el espíritu de la naturaleza.

El tercer trago tendrá el mismo efecto purgante que los dos anteriores y me debilitará enormemente físicamente, pero la dificultad se relativiza o quizás me estoy acostumbrando a sufrir. Es pues sobre todo en el colchón donde pasaré este momento después de la tercera toma. Hacia las tres de la tarde, empiezo a sentirme mejor, qué agradable sensación ver que el dolor abandona nuestro cuerpo en paz. Aunque débil me siento apaciguado y salgo para reunirme con los demás para el almuerzo, que todos saborean en su justa medida, el hambre nos ha asaltado.

La segunda ceremonia está prevista para esa misma noche. Hacia medianoche, en un ambiente totalmente distinto. Para ello, es necesario cenar como muy tarde a las 5 de la tarde. Por lo tanto, es dos horas después de la comida cuando recuperamos fuerzas y, en mi caso, me sorprende comprobar que mi apetito está presente apenas dos horas después de la comida. De aquí al comienzo de la segunda ceremonia, tenemos algunas horas para descansar. Me resulta imposible dormir, pero el mero hecho de tumbarme con la vista de la naturaleza me relaja. Y me encuentro muy motivado para la segunda ceremonia, mientras que unas horas antes me preguntaba qué hacía aquí e incluso pensaba en no seguir adelante. Pero por fin mi mente está orientada de otra manera después de la experiencia de hoy. Sé que volverá a ser muy duro, pero estoy dispuesta, incluso decidida, a afrontar estas dificultades. No sé por qué me impulsa esta determinación, quiero, y necesito, ir más allá en mi experiencia, enfrentarme una vez más a dificultades físicas y luego mentales, con el objetivo de salir fortalecido. Este sentimiento es difícil de explicar, pero considero la experiencia de la ayahasca como una prueba, un aprendizaje, una superación de uno mismo que sólo puede fortalecernos.

A medianoche, nos preparamos para la segunda ceremonia, que tendrá lugar en la terraza de la finca y no en la maloca, ya que el acceso desde la maloca a los aseos de la finca es difícil, y más aún de noche, por lo que el chamán prefiere la terraza para mayor comodidad, sobre todo porque la lluvia ha hecho que el camino sea aún más resbaladizo. Aunque la terraza está abierta a la naturaleza, el ambiente es diferente, estamos más cerca los unos de los otros, hay más colchones tendidos en el suelo y la iluminación es sólo con velas.

Esta noche, el efecto es especialmente potente. Las energías nocturnas son diferentes y nuestros cuerpos ya están parcialmente limpios, por lo que las primeras purgas se producen muy rápidamente, al cabo de unos veinte minutos, y para casi todo el mundo al mismo tiempo. Así que aquí estamos, alineados fuera de la terraza, purgándonos una vez más. Es difícil explicar esta sensación. Durante mi primera experiencia, hace dos meses, mi cuerpo había rechazado la purga, a pesar de dos copas y náuseas no había vomitado, no queriendo afrontar la dificultad física de la purga, este momento tan desagradable en el que uno tiene la impresión de morir. Esta vez, me sorprendí a mí mismo aceptando esta purga y comprendiendo su interés beneficioso, me entregué completamente a la experiencia, algo a lo que me había negado totalmente en su momento.

Las mismas consecuencias físicas se suceden después de la purga, el cuerpo no acepta estar erguido y pide relajar todos sus músculos, así que aquí estoy de nuevo tumbado en el colchón pero no me quedaré ahí tanto tiempo, por fin encuentro fuerzas para levantarme y sentarme en la silla, intentando concentrarme. El efecto secundario va desapareciendo poco a poco y a pesar del cansancio omnipresente empiezo a relajarme y a disfrutar del momento, y más cuando veo venir a dos músicos, entre ellos el yerno del taita, con muchos instrumentos de viento, una guitarra y un tambor. Sonrío ante el momento que estamos a punto de vivir. Todos están tumbados en el colchón, sólo los organizadores y yo encontramos fuerzas para estar despiertos cuando el toque de música medicinal se apodera del ambiente. La atmósfera es mágica, disfruto escuchando la hermosa voz de la cantante y la suave e inquietante música. Me encuentro en excelentes condiciones físicas y mentales y me sitúo frente a los músicos para saborear el momento.

La música es una parte inseparable de una ceremonia de ayahuasca. Y cuando se hace en vivo, es aún más poderosa, las vibraciones de los instrumentos y de la voz penetran aún más en nuestros sentidos y en nuestro cuerpo. La música medicinal tiene el poder de tener una frecuencia vibratoria que resuena con nuestra energía corporal. El momento es sabroso. Tanto, que pido al chamán un segundo trago, sintiéndome preparada para afrontar sus consecuencias. Soy el único que corre este riesgo. Y asumo las consecuencias cuando 30 minutos después me invaden unas náuseas difíciles de expulsar que me dan un nuevo golpe físico. Pero mentalmente estoy bien, eso es lo principal.

Al amanecer, sigo tumbado en el colchón, el malestar físico ha desaparecido pero el cansancio sigue presente, estoy entumecido, en un estado de suave letargo pero en paz. La finca ha vuelto a la vida, todo el mundo está bien, parece en forma y en paz.

Día 3:

La tercera ceremonia que debía celebrarse esta tarde se pospone finalmente hasta mañana por la mañana. Esto permitirá a todos recuperar fuerzas, pero también porque hoy es el cumpleaños de la madre del taita. Todos estamos invitados a ir a una hora en coche de la finca, a la orilla del río, donde estará presente toda la familia del taita. Llegamos a primera hora de la tarde a un pequeño rincón del paraíso. Se suceden varios momentos agradables. En primer lugar, un baño tonificante en el río, bienvenido tras la ceremonia de la noche. Mi cuerpo se siente reanimado por la frescura del agua pura del río. Luego, con Carlos, voy a buscar un pescado que no podría estar más fresco, recién pescado delante de nosotros, antes de tomar una primera comida y asistir después a la ceremonia del 80 cumpleaños de la madre de la taita. Para la ocasión, unos músicos (uno de los cuales tocó para nosotros esa noche) ofrecieron un hermoso momento musical a la bisabuela, pero también a todo el público, unas sesenta personas. Un momento muy hermoso, siendo la música un vector muy fuerte de emoción. Por último, comimos pescado frito, pescado hacía menos de dos horas. Después de una estricta dieta de una semana, necesaria antes de una ceremonia de ayahuasca, me apetece romperla un poco en este día festivo, con excesos de comida, cerveza y tarta de cumpleaños. Todo esto bajo la mirada del taita que valida estos pequeños excesos, y también los disfruta, así que me digo que esto no tendrá un impacto negativo en la última ceremonia, al menos espero que no.

Esta noche, todo el mundo se acostará relativamente pronto, para estar mejor preparado para la ceremonia de la mañana siguiente. Por mi parte, si tengo que hacer un primer balance, sigo un poco hambriento respecto a las dos primeras ceremonias. Con un total de 5 copas, sólo he experimentado purgas físicas. Ninguna visión, salvo quizás la de la araña el primer día, ni un estado de conciencia modificado. Sólo una limpieza corporal que me será beneficiosa en las próximas semanas, ya que la ayahuasca permite la liberación de serotonina durante varias semanas. Así que fue con una perspectiva ligeramente diferente que esta mañana fui el primero en dirigirme hacia la maloca, con paso decidido y motivado. Después de haber leído sobre el tema durante las últimas semanas, y siguiendo los consejos de Carlos, decidí hacer todo lo posible para evitar vomitar y tomar agua después de la toma.

A las 8 de la mañana, en ayunas, y más que eso porque nuestra última comida fue ayer, a las 5 de la tarde, nos presentamos uno a uno delante del taita para la tercera ceremonia. Copa en mano, ojos cerrados, mi intención esta vez es menos específica que las anteriores, como me aconsejó Julia, así que pido sabiduría, conocimiento, discernimiento y una conexión espiritual. Levanto el vaso hasta la boca y me trago el contenido de un trago. El mero hecho de escribirlo me trae el sabor amargo al paladar. Siempre ese sabor particular y terriblemente fuerte. Decido echarme unas gotas de agua en la boca para limpiar ligeramente algunas paredes de la boca y luego lo escupo. Sólo quiero tener el yagé en el estómago y nada más.

Después me siento en una silla cerca del fuego, me relajo y poco a poco intento concentrarme cada vez más, mantener la espalda recta, tener los brazos relajados, girar las palmas de las manos hacia el cielo y empezar a respirar profundamente. Me concentro y le pido a la medecina que me haga fuerte y que haga todo lo posible por no purgarme para poder mantener la conexión plena entre la ayahuasca y mi cuerpo el mayor tiempo posible.

Siempre me ha resultado difícil meditar en estado de vacío, ya que mi mente siempre intenta perturbar estos momentos de introspección, así que intento concentrarme, con los ojos cerrados, en los sonidos del entorno. Así que intento distinguir todos los sonidos, ya sean naturales, como el crepitar de la leña ardiendo en el fuego, el susurro de las ramas cosquilleadas por el viento, el canto de los pájaros y los grillos, pero también los sonidos de los participantes, algunas palabras, movimientos… y pronto los de las purgas que empiezan a hacerse. Abro los ojos, manteniendo un estado óptimo de concentración para observar visualmente y no sólo con el oído todos estos ruidos y veo que todos tienen náuseas. Permanezco impasible y empiezo a preguntarme. Tengo miedo de revivir mi primera experiencia de hace dos meses, en la que los efectos fueron casi inexistentes, aparte de algunas náuseas, porque mi cuerpo se había negado a rendirse a la medecina. Mientras tanto, los mismos músicos de la ceremonia anterior vinieron a instalarse bajo la maloca. Qué oportunidad de volver a escuchar en directo esta dulce música medicinal.

Todavía sentada, de cara a la naturaleza, concentrada como siempre, espero mis primeras náuseas, pero en lugar de eso siento otra cosa. Siento algo muy diferente. Un cierto regocijo dulce comienza a surgir en mi mente. Una relajación física, una tranquilidad que se apodera de mi cuerpo y sobre todo de mi mente. Miro a mi alrededor, hago gestos suaves, me doy cuenta de que empiezo a conocer otro aspecto de la medecina, el más agradable, el que permite a mi mente evadirse, empiezo a comprender que el DMT está haciendo efecto, pero muy suavemente. No se trata de visión sino de una sensación muy particular, desconocida para mí, la de un profundo apaciguamiento. Físicamente estoy un poco débil y cuando me pongo de pie me siento tambaleante, pero siento que mis sentidos experimentan algo diferente. Una fuerte conexión sensorial me permite ver y oír de forma diferente. Todo es más fuerte, más claro, más bello. Distingo más fácilmente los detalles de los elementos de la naturaleza, como las hojas de los plataneros o el canto de los pájaros. Esta ultrapercepción es muy agradable porque me permite contemplar más profundamente esta magnífica naturaleza. Sin dejar de ser ultra consciente de lo que me ocurre, sonrío con bienestar y disfruto de este dulce viaje, sin dejar de concentrarme y tratando de estar en una posición de meditación suave.

La medicina es increíble. Va más allá de la comprensión racional. Empiezo a pensar en su efecto mágico, pero nada es mágico porque todo es natural. Lo consideramos mágico porque va más allá del marco convencional de nuestra sociedad desinfectada. En este mismo momento, la medicina me está proporcionando una experiencia única, diferente de la de los demás, porque la experiencia es individual, la medicina sabe exactamente qué hacer con cada persona y en qué momento. ¿Cómo es posible tener una experiencia tan diferente de las otras dos ceremonias, cuando el contenido de la botella es el mismo? Entiendo que todo es un proceso. Entiendo que todo llega a su debido tiempo. Entiendo por qué y cómo llegó la medecina a mí. Entiendo que Nora fue la primera mensajera que me trajo a la medecina hace dos meses, y Julia fue la segunda mensajera que me trajo desde Cancún hasta las profundidades de la selva colombiana. Fui llamada por la medecina y seguí su llamada con determinación y fe. Ha sido un largo viaje, durante los últimos años. Ha sido difícil y duro con estas 4 primeras experiencias de ayahuasca, con cada vez la llamada a ir más allá de mí misma, esta determinación empujándome a querer ir más allá, a sentir que lo necesitaba, la necesidad de purgarme de la energía negativa acumulada a lo largo de los años, la necesidad de encontrar la paz interior, la paz que he estado anhelando desde que decidí que tenía que tomar las cosas en mis manos a través del camino espiritual. Aquí estoy viviendo un momento único, de profundo bienestar, y lo tomo como un maravilloso regalo de la naturaleza, como una recompensa a todos mis esfuerzos por sentirme mejor, durante años. Por fin comprendo que estoy llegando al final de este largo y difícil camino, y me siento honrada y orgullosa de haber alcanzado este momento de gracia. Me siento tranquila, en paz.

Esta sensación dura más de una hora, luego el chamán me propone venir y sentarme para la purificación individual. Sentada sin camisa, con la espalda recta pero relajada, me dejo llevar por los encantamientos del chamán, el sonido de su armónica y sus gestos a mi alrededor, con un manojo de plantas que me pasa por el cuerpo hasta los extremos de las manos como para expulsar toda la energía negativa restante. Desde mi vientre, evacua estas energías contaminantes, me rocía con una mezcla de plantas, escupe un agua de vida por encima de mi cabeza, por encima de mis hombros, en mi espalda… Siento la fuerza de su purificación. Al mismo tiempo, de su olla humeante, Carlos vierte humo de hierbas sobre mi cuerpo. Me siento honrada de ser el centro de atención del chamán para su purificación, que considero beneficiosa. Durante unos minutos, quizá cinco, quizá diez, me siento cada vez más en paz. Algunas de las experiencias difíciles de los últimos años vuelven a mi mente y me hacen llorar. Pero son lágrimas de paz, de gratitud… de liberación. Comprendo que estoy llegando al final de este tortuoso camino, que ha sido largo y difícil. Y por fin me siento liberado. Tengo un sentimiento difícil de explicar, la palabra que mejor define mi sentimiento en este momento es: liberación. Desde lo más profundo de mi ser. Terminada la purificación, tomo al chamán en mis brazos y le agradezco calurosamente esta liberación.

Saboreo este momento saludable. Aunque todavía un poco tambaleante, me siento muy bien físicamente, y en mi mente todavía un poco borracho de mi viaje. Entonces me doy cuenta de todos los pasos del día que han conducido a esta liberación: una fuerte meditación, un suave viaje psicodélico y luego una purificación chamánica, que habrán conducido a este sentimiento de liberación. Gracias a la medecina, la abuelita ayahuasca, que supo qué hacer paso a paso, para hacerme sentir lo que buscaba desde el principio, hace dos meses. Quiero compartir este momento de liberación con mis seres queridos y estoy feliz de tener mi teléfono para compartir mis sentimientos actuales. Tengo la suerte de que Andrea me llama por vídeo y, sin decir una palabra, le dejo vivir un momento que me parece mágico. La vida bajo la maloca durante una ceremonia de ayahuasca. Por un lado, los músicos que con su música vibrante hacen ondas maravillosamente positivas y por otro, el taita procediendo a la limpieza de un participante. Durante cinco minutos comparto este intenso momento con Andrea, sintiéndome mucho más tranquila, y puedo ver la emoción en su cara, es una alegría compartir esta experiencia con ella. Luego vuelvo a sentarme, meditando y disfrutando de esta paz interior.

Poco a poco la maloca se vacía, hoy sólo una toma habrá sido suficiente para que todos vivan su experiencia. Mientras los participantes se van a comer, yo me tumbo, con los ojos abiertos, con una sonrisa de paz en la cara, junto a Julia, que también ha vivido una experiencia muy fuerte. Saboreamos este momento de paz, con música suave y los sonidos de la naturaleza, los pájaros, el río, el viento… Qué aventura tan increíble. Qué gratitud ante esta medecina tan poderosa y benévola. Comprendo a todas las personas que me han dicho que la ayahuasca les ha cambiado la vida. Aunque sea necesario integrar la información después de la ceremonia si quieres que los cambios perduren, entiendo en ese momento que hay un antes y un después de la ayahuasca.

Si quieren mas informaciones y participar a una ceramonia de yagé a Putumayo, pueden contactar Julia de mi parte por Whatsapp : +57 314 424 0463